La Revelación Verdadera del Apóstol Juan, el Evangelista
¡Dios es Luz!
Esta Luz Viviente de la Conciencia Divina penetra Consigo Misma todo. Y no
existe lugar donde esta Luz no llegue.
¡Está por todas partes! Es el Fundamento de la vida y el Refugio después de la
muerte de los cuerpos para Aquellos Que llegaron a ser Uno con Ella.
¡Oh, esta Luz! ¡Es tan maravillosa! ¡Beatamente atractiva, pura y tierna! ¡Yo
encuentro la beatitud sólo en Ella, siendo Ella!
¡Es el Fundamento Sutilísimo de la Vida Eterna!
¡Todas las calamidades y tristezas humanas se marcharán, si entras en esta Luz!
Aquel Que La ha conocido y se ha convertido en Ella brilla al mundo como el sol
tierno matutino. ¡Ahora Él Mismo dispersa la oscuridad y las almas se despiertan
a la Vida Verdadera! ¡Y los gérmenes del amor brotan en ellas, nutridas y
calentadas por la Luz!
¡Esta Luz regala la Tranquilidad, la Tranquilidad tan bienaventurada y
todo-penetrante!
Estoy disuelto en este Océano de la Luz-Tranquilidad Bienaventurada.
Así, en los siglos de los siglos, existen todos Aquellos Que conocieron la Luz y
llegaron a ser Uno con Ella. Ellos existen siendo la Beatitud, la Tranquilidad,
la Eternidad y la Infinidad.
Pero en la superficie del Océano multidimensional del Absoluto las tormentas se
enfurecen: las personas —en pos de lo ilusorio— destruyen la armonía y crean el
caos y la oscuridad.
Pero desde las Profundidades, encarnándose en cuerpos humanos, vienen Aquellos
Que —a causa de Su Amor Infinito por el Océano— aspiran siempre a restablecer la
paz y la tranquilidad por todas partes. Sin embargo, no siempre pueden detener
el caos de los hombres. Y a veces Ellos, arrebatados por la ignorancia humana,
sacrifican Sus vidas terrenales y vuelven a la Beatitud de las Profundidades del
Océano para regresar más tarde de nuevo a las personas encarnadas.
Jesús era uno de estos Mensajeros de las Profundidades. ¡Yo Le amaba más que a
mi vida y Él Me regaló la Vida!
¡Todos nosotros Le amamos infinitamente!
Él era simple y sencillo, como simple puede ser una flor que regala su aroma, su
néctar y su belleza, como simple puede ser un riachuelo que nutre con su agua a
todos los seres.
Al mismo tiempo Él era verdaderamente Grande, tan Grande como el Océano Mismo
del Cual Él vino.
¡Él sonreía y la Luz iluminaba todo a Su alrededor! ¡Él traía la alegría, la
salvación, la paz y la beatitud! ¡Él traía la comprensión, la liberación y la
pureza! ¡Nos regalaba la sutileza suprema del Primordial!
¡Y que pena que no pudiéramos en aquel entonces abarcar todo lo que Él regalaba!
Nuestros «vasos» eran muy pequeños y no estaban limpios completamente.
Él dedicó Su vida a nosotros y a muchos otros para que limpiemos nuestros
«vasos» y crezcamos con los corazones espirituales.
Él ayudó a muchos. ¡Y sigue ayudando ahora!
¡Y que sea grande la gratitud a Él!
La gratitud abre la «puerta» del alma y entonces Él puede entrar.
(Anotado por Anton Teplyy, Octubre 2009)
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